Amalivaca, héroe cultural de los tamanacos | Historia de Venezuela

Diccionario de Historia
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Es el principal héroe cultural de los tamanacos, pueblo indígena orinoquense de filiación lingüística caribe hoy desaparecido. Los tamanacos habitaron al norte del actual distrito Cedeño del estado Bolívar, área en la que situaban su punto de origen; fueron trasladados a mediados del siglo XVIII a la misión jesuítica de La Encaramada, cercana a la población de La Urbana (Edo. Bolívar). Su misionero fue el jesuita italiano Felipe Salvador Gilij, autor de un Ensayo de historia americana, en 4 tomos, de los cuales los 3 primeros se refieren al Orinoco. Para esta época, los tamanacos eran alrededor de 125 individuos; es posible que este número reflejara una disminución considerable de la población luego de 2 siglos y medio de contacto directo e indirecto con los europeos, lo que trajo bajas considerables en la población indígena debido a guerras y epidemias. En la época del contacto europeo, las naciones indígenas de la cuenca del Orinoco conformaban, en un marco de horizontalidad política, un amplio sistema de redistribución e interdependencia regional que abarcaba las áreas ribereñas e interfluviales del gran río, los llanos actuales de Venezuela y Colombia, e inclusive, se extendía hasta las Antillas. En este contexto más amplio se debe entender el funcionamiento de esas culturas indígenas llamadas de selva tropical, muchas de las cuales compartían similares tradiciones regionales. En el caso de las religiones indígenas, éstas acusan influencias recíprocas, como lo evidencian las semejanzas entre las diversas cosmogonías. En este sentido, distintas versiones de una misma historia sagrada han sido recogidas por los investigadores. Estas similitudes suelen ser más grandes entre grupos lingüísticamente emparentados que en algún momento de su historia fueron uno solo con una única lengua, fragmentada posteriormente. Dentro de la cosmogonía tamanaca, Amalivaca era visto como un hombre supuestamente blanco, como lo eran todos los tamanacos al principio de los tiempos, e iba vestido; tenía un hermano llamado Uochí; juntos crearon el mundo, la naturaleza y los hombres. Al detenerse a hacer el Orinoco discutieron largamente, pues querían lograrlo de tal manera que se pudiera remar a favor de la corriente tanto aguas arriba como aguas abajo, a fin de que los remeros no se cansaran en el recorrido; pero ante la gran dificultad que ello planteaba desistieron de su empeño inicial. Amalivaca vivió entre los tamanacos largo tiempo, en el sitio denominado Maita, en donde existe una gruta de piedras en lo alto de un cerro llamada Amalivaca Yeutitpe (Casa de Amalivaca) por haber habitado éste allí; y una gran roca conocida como Amalivaca Chamburai (Tambor de Amalivaca), que era precisamente su tambor. Un día Amalivaca decidió regresar en canoa al otro lado del mar, de donde había venido y adonde van las almas de los hombres después de la muerte. Cuando estaba listo para irse, ya en su canoa, les dijo a los tamanacos con otra voz distinta a la usual: uopicachetpe mapicatechí (mudarán únicamente la piel). Esto significaba que tendrían vida eterna, pues se rejuvenecerían constantemente como hacen algunos animales al cambiar la piel. Una mujer vieja que lo oía dudó de lo que decía Amalivaca y pronunció un «oh» que parecía poner en tela de juicio lo anunciado por el héroe; éste se enfureció y de inmediato les comunicó que todos tendrían una vida finita al decir con firmeza estas palabras: mattageptechí (morirán). Los tamanacos atribuían, en consecuencia, la culpa de la existencia perecedera de los hombres a la incredulidad de la vieja. Creían que Amalivaca aún debía vivir al otro lado del mar y preguntaban al misionero si por casualidad lo conocía, puesto que éste también decía venir de un lugar que quedaba al otro lado del mar. Los datos sobre Amalivaca están tomados en su totalidad de las noticias aportadas por Gilij, que son de primera mano debido a su convivencia con los tamanacos, cuyo idioma dominaba. Sin embargo, las noticias proporcionadas por Gilij son sólo fragmentarias y es preciso considerar que fueron recogidas por un misionero del siglo XVIII, muy ilustrado y riguroso ciertamente, pero sin las herramientas adecuadas. Así, pues, estos datos que se poseen sobre Amalivaca junto con otros diversos sobre las creencias tamanacas, proporcionados por el propio Gilij, sirven para hacer una reconstrucción parcial hipotética, auxiliada por el método comparativo, de la historia sagrada de los tamanacos. Incluso el mismo Gilij anota que versiones similares de la historia de Amalivaca eran compartidas por grupos vecinos, algunos de ellos lingüísticamente emparentados. La pareja de hermanos héroes, por ejemplo, se encuentra en diversas historias sagradas de pueblos indígenas de la región. Podemos afirmar, y quizá ello sea lo más importante de todo, que los tamanacos poseían una historia sagrada propia y una religión coherente y no simples creencias rudimentarias, como las presentaron los prejuicios ideológicos de conquistadores y misioneros europeos que veían erróneamente en las religiones indígenas falsas manifestaciones y cultos diabólicos que era preciso erradicar. H.B.C.

BIBLIOGRAFÍA: Amalivaca o la creación del mundo en Venezuela. Caracas: Corporación de Turismo de Venezuela, s.f.; CORA, MARÍA MANUELA DE. Kuai-Mare, mitos aborígenes de Venezuela. 2ª ed. Caracas: Monte Ávila, 1972; GILIJ, FELIPE SALVADOR. Ensayo de historia americana. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1965. 3 v.; GUMILLA, JOSÉ. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1963; VARGAS G., ARQUÍMEDES. Amalivaca. Caracas: s.n., 1982.

Información recuperada de:
Diccionario de Historia de Venezuela. 2da Edición. Caracas: Fundación Polar, 1997.